BIOGRAFÍA DE ARTURO BORJA

 ARTURO BORJA 

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Poeta ecuatoriano, fue Arturo Borja quien formó parte del movimiento la Generación decapitada, debido a que los poetas que la conformaron, fallecieron a temprana edad. Borja, nació en Quito en el año 1892, y logró ser el primero de ese grupo en resaltar como modernista. Debido a su muerte prematura, sus obras artísticas son muy carentes, no obstante, son precisas para establecer la calidad del poeta.
Arturo Borja, fue descendiente directo de Juan de Borja y Enríquez de Luna, quién ocupó el cargo de duque de Gandía. Asimismo, Juan, fue nieto de Rodrigo de Borja, quien ocupó el nombre del Papa Alejandro VI. Sus padres fueron, el doctor Luis Felipe Borja Pérez y Carmén Amelia Pérez Chiriboga. El padre de Arturo en 1907, lo llevó con él a París, con el propósito de controlar una lesión en el ojo de su hijo, la cual se había provocado precisamente cuando este se hincó a la pluma con la cual escribía. Esto sucedió cuando este apenas se encontraba en su proceso de adolescencia. Arturo, tuvo que mantener una venda negra puesta en sus ojos, durante un año. Este hecho incrementó su problema de autismo, debido a que en ciertas ocasiones se comportaba de manera sociable y enérgica y en otras triste y melancólico, cambiado sus actitudes sin ningún tipo de motivo evidente. Sin embargo, llegó el momento en que se mejoró, oportunidad que aprovechó al máximo para poder continuar con su curso literario en Francia. Borja, había nacido con una gran capacidad sensitiva, capacidad por la cual, manejó velozmente la lengua francesa. Al cabo de un corto tiempo, la transmisión de sus conocimientos a otros poetas fue total, en cuanto a la literatura y a las costumbres. Sus versos favoritos fueron los de Samain, Mallarmé, de Rimbaud, y Baudelaire, entre otros. Llegó a ser un gran amigo de Humberto Fierro y de Ernesto Noboa y Caamaño, quienes pertenecían a la Generación decapitada. Con estos dos últimos, conservó en vida un trato reciproco y una comunicación abierta. A los 17 años, luego de regresar de Francia, Borja era un joven muy risueño. Llegó a formar un equipo con Ernesto Noboa, Francisco Guarderas y con Humberto Fierro, viviendo sus próximos años de  vida, llenos de bohemia. Por otra parte, Arturo Borja, trató de asumir otras ocupaciones que requerían de mayor responsabilidad, como el hecho de ocuparse como director de la hoja literaria del periódico "La Prensa". El cual tenía un sentido revolucionario en política, en el aspecto gramatical, Arturo, era un rival extraordinario, pero enfadado por la incompetitividad de su contrincante, optó por dejar el puesto. En el año 1910 publicó en la revista "Letras" de la ciudad de Quito, la traducción en español de "Les Chants de Maldoror" del Conde de Lautreamont. Posteriormente, en abril de 1912, muere su padre, dejándole como herencia ocho mil sucres. A este respecto, Arturo Borja, decide dejar de trabajar, para hacerlo por gusto propio. Borjas, decía que cuando el dinero se le terminara, acabaría con su vida. Dichos comentarios fueron tomados por sus amigos como una simple broma. El 15 de octubre del mismo año, contrajo matrimonio con Carmen Rosa Sánchez, a la cual le dedicaría los poemas "En el blanco cementerio" y "Por el camino de las quimeras".
El poeta Arturo Borja, disfrutó sus días al lado de la mujer que amaba. Al contraer nupcias con esta, decidió disfrutar su luna de miel en Guápulo, específicamente en unas haciendas cercanas al lugar. Aquí estuvieron aproximadamente dos semanas completas. Al retornar a Quito, y dar por terminados sus días de disfrute nupcial, el poeta ecuatoriano, logró concretar el cometido que para sus amigos siempre resultaba ser una broma. El 13 de noviembre de 1912, con tan solo 20 años, Arturo Borja, murió tras una sobredosis de morfina.

 POEMA A MISTERIA 

¡Oh, cómo te miraban las tinieblas,
cuando ciñendo el nudo de tu abrazo
a mi garganta, mientras yo espoleaba
el formidable ijar de aquel caballo,
cruzábamos la selva temblorosa
llevando nuestro horror bajo los astros!

Era una selva larga, toda negra:
la selva dolorosa cuyos gajos
echaban sangre al golpe de las hachas,
como los miembros de un molusco extraño.
Era una selva larga, toda triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.

El espumante potro galopaba
mojando de sudores su cansancio,
y ya hacía mil años que corría
por aquel bosque lúgubre. Mil años!
Y aquel bosque era largo, largo y triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.

Y era tu abrazo como un nudo de horca,
y eran glaciales témpanos tus labios,
y eran agrios alambres mis tendones,
y eran zarpas retráctiles mis manos,
y era el enorme potro un viento negro
furioso en su carrera de mil años.

Caímos a un abismo tan profundo
que allí no había Dios: montes lejanos
levantaban sus cúspides, casqueadas
de nieve bajo el brillo de los astros.






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